viernes, 23 de noviembre de 2007

La importancia de llamarse Ernesto.

Así como Jack, el personaje de la comedia de enredos de Oscar Wilde The importance of being earnest, que vive una doble vida detrás de 'Ernesto', y donde al final de los sucesos se entiende la importancia de este hecho, en este ancho mundo de las 3 dobleús, es fundamental poseer un apodo, un alias, un nick.

Las personas, en nuestra recurrente necesidad Freudiana de sentirnos únicos, de sentirnos especiales hacemos cualquier cantidad de cosas para reafirmarnos este hecho: "Hey, soy único, soy especial, soy diferente". De esta tendencia no se escapa cuando uno entra a la red. En algún momento de la incipiente historia del ciberespacio, todos decidimos sacarnos una cuenta de e-mail; Y cómo no, si es tan moderno, y tan sencillo: Sólo hay que llenar unos datos, y elegir el nombre antes del arroba...

Ups.


A diferencia del nombre de pila, que se nos es asignado arbitrariamente, y cuya elección suele obedecer a los más variopintos caprichos familiares, el nick es algo propio, es algo que elegimos. Basta mirar una guía telefónica, para darte cuenta de la cantidad de personas con nuestro mismo nombre y apellidos que existen. Claro que si tus padres tuvieron uno de esos temibles ataques de creatividad, y te pusieron un nombre extraño, tienes al menos ese tema medio incómodo, pero que se presta mucho a la sociabilización hueca: —Oye, ¿y tu nombre qué significa?— Claro que tener que habituarte a enfadosamente deletreárselo a la profesora, al tipo que anota tu nombre en una lista de algo, o a que constantemente escriban mal tu nombre en los documentos oficiales, es el otro lado de la moneda.

Pero volviendo al tema del nick, muchas veces éste surge cuando obtienes una cuenta de correo gratuita, la primera vez. Y el efecto se agudiza, si acaso la decisión de sacar tal cuenta fue posterior al año 2000. Bien. Veamos... pedro@hotmail, existe. Mmmm. Tras intentar pedrito, pedruzco, piter, pedro_p, petris, y las ridículas combinaciones que le vengan a la mente, este anodado nuevo usuario, llega a la lamentable conclusión, de que hubo quizá demasiados Pedros antes que él, intentando lo mismo. En el mejor de los escenarios, intentará ponerse el apodo de la secundaria —si acaso éste era original; si le decían el 'manotas', 'chabelo', 'capulina', el gordo, el patas, o similares— la opción queda de facto descartada. ¿Recurrir a los números? Tal vez. Pero un nick con más de un guión bajo, y números o caracteres raros, es casi siempre un mal nick. Digo, no todos los nicks son pensados para superar la prueba Google, pero siempre es importante tener uno.

Como game master del jueguito verde, me encargo (en esos esporádicos momentos donde el ocio es superior a la hueva) de procesar solicitudes de nuevos usuarios. —Sorpendería por ejemplo, la cantidad de gente que se pidió nicks como "cabezazo_de_zidane" en el otoño de 2006, o lo monotemáticos que pueden ser los usernames basados en equipos de futbol, estrellas de la música pop, sagas fantásticas, o libros depeche mode, sólo por mencionar algunos. El nick muchas veces no sólo sirve como identificación personal, sino que a veces hasta influye en el 'personaje' que nos creamos. Claro que toda esta disertación es absolutamente omisible si solamente planeas sacarte una cuenta de correo equis, o darte de alta en un sitio que te lo exige para bajar un enlace, o qué se yo. Puede ocurrir que simplemente estés de ocioso, y necesites uno sólo para poder responderle a algún mamón con cuya opinión no concuerdas en un foro, en un blog, o en algún sitio al que no planeas volver, y allí sí vale lo de mientras más anónimo, mejor.

Pero en esta grandilocuentemente bautizada Web social 2.0, la importancia de tener un nick, es casi tan grande como la de llamarse Ernesto. O más bien, —y como originalmente apunta ese juego fonético en inglés—, The importance of being earnest. La importancia de serlo, o al menos, de que tu alias lo sea.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

En el principio, fue el kiosko.

Pareciera, —y considerando la cantidad de escudos que debo— que este asunto de iniciar un blog, es una pésima idea. Sobretodo porque aunque no hay tiempo que alcance, últimamente tengo pocos ánimos para escribir; pero paradójicamente, el sólo atisbo de intentar una entrada en una bitácora, hace que se esfumen todos los mounstros y las arpías que suelo guardarme para mí.

Iniciar con la hoja en blanco, es absolutamente imponente. Y más si realmente tienes poco qué decir. Haberle puesto toda esa decoración, y 'tunear' este espacio al estilo del jueguito verde, representa más que un denodado intento por seguir un tema, un reflejo del ocio constructivo con el que me cargo. Dicho en otras palabras, al no saber bien a bien qué escribir, o por dónde empezar, opté por ponerme a hacer dibujitos, como quien en alguna sala de espera, raya ansiosamente un block de notas con una pluma, más por matar el tiempo, o distraer a la ansiedad, que pretendiendo lograr algo menos ontológico que simplemente, rayonear.

Hedonísticamente, soy consciente también de el hecho de que probablemente, alguien lea esto que escribo; aquí viene la parte donde el ocioso bloggea, y se dirige a sus lectores como quien no está a gusto monologando, y precisa de cierta interacción del 'público'. Esto obedece más a un legítimo deseo de no sentirse solitario en la aventura de escribir, que a una verdadera intención de retroalimentación, o de libre tránsito de ideas. Explicarle de qué va esto, o incluso llegar al extremo de ofrecerle disculpas al lector potencial, como pidiéndole permiso de debrayar, o tratando de justificar el uso de valiosos bits de información que sin duda podrían tener mejor destino, es algo que no planeo hacer.

Paradójica, ontológica, supuesta, hedonística y metonímicamente estoy aquí. Escribiendo. Este blog no tiene presente, y mucho menos futuro. Con la calma que da tal irresponsabilidad, comienzo. :)